Vos audita perit; litera scripta manet.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Siete y de los capitales.

Él odia mis puntos suspensivos, mis silencios largos, mis pausas. Él odia mis caras de cinismo y que me ponga seria. Él odia mi risa en los momentos menos apropiados, mis imprudencias, mis atrevimientos. Sabe lo inconformista que soy, las ilusiones que tengo, y las metas que no cumpliré. Él reconoce que soy despiadada, que no merezco lujos, pero me consiente todo. Él me odia y me ama a la vez. Él ama cuando me comporto mal en el parque. Cuando grito delante de mucha gente. Él ama mi osadía.
El odio y el amor, aunque opuestos, son compañeros de piso. Viven y con-viven al lado, como él conmigo, pues así me lo demuestra odiándome -a la vez que amándome está-. Necesita a una flor rota para ser feliz, y es que, ¿quién es más atroz, quien comete el atrevimiento o quien no puede vivir sin verlo? Soy sus pecados no cometidos, y le encanta que los cometa por él. Es la suerte quien está de su parte, pues disfruto más que nadie siendo lo peor del mundo, y él disfruta un poco menos, pero con trece kilos más de lujuria, avaricia, soberbia, gula, envidia, pereza e ira... Pecados que nunca usó, pero que yo malgasto por ambos.