Vos audita perit; litera scripta manet.

domingo, 22 de abril de 2012

uno, dos y tres.

Me dijo hola... yo sólo suspiré. ¿Qué más pude hacer? Me dijo hola. Yo pensé en muchas cosas. Pensé en decir algo, en si debía callarme, si tal vez debería darle la mano o.. ¿pero qué digo? ¿darle la mano?
Me dijo hola, y entonces todo paró. No entiendo cómo, pero de repente yo lo vi todo más lento, y me dio tiempo a pensar mucho más en mis posibilidades. ¿Por qué me habrá saludado? ¿Por qué habrá dicho ''hola'', y no ''buenos días''? ¿Por qué no simplemente habrá sonreído, o algo por el estilo? Y lo más inquietante, ¿por qué me dijo hola... a mí?
Me empecé a imaginar mil cosas. En lo lindo que debía ser dormir (y despertar) a su lado. En si alguna vez me llegaría a comer -a besos, siempre-. En si lograría llegar a retirarme el pelo de la cara. En lo dulce que sería encontrarme con él aleatoriamente en algún lugar.
Me dijo hola y en un quinto de segundo yo ya había pensado todo eso (pensarás que estoy loca, pero tal vez sólo sea una tonta más). Se me acababa el tiempo, y yo no sabía que hacer, aunque, finalmente, y horas después de aquella conversación que no pude acabar, llegué a una conclusión.

Me dijo hola... y creo que me ama.

sábado, 21 de abril de 2012

seven thousand nine hundred and sixty-nine miles away.

Te echo de menos. No hoy, sino siempre. Te echo de menos a todas horas, cuando como, duermo, incluso cuando me lavo los dientes. Te echo de menos, mientras leo, y mientras observo el humo de la cuidad, pero, ¿sabes qué es lo más gracioso? Tal vez para gente como yo, que tenemos el humor siempre alerta lo es, pero sinceramente, a veces ni siquiera yo le encuentro la gracia. Sí, acertaste. Lo más desternillante es que no te conozco. No te he tocado nunca, ni sé cómo hueles. No sé cómo caminas, si tienes alguna manía, qué tipo de agua bebes, si sumas con los dedos (como yo) o de cabeza (como los demás). No te he abrazado, ni te he besado. Tampoco me has cogido de la mano, ni me  has dicho frases de esas que quedarán para la eternidad, como en las películas. Tal vez sea porque todo me lo imagino como una película, que la vida me decepciona continuamente. Tampoco me he podido reír  contigo, no he podido llorar tampoco. Me encantaía llorar alguna vez contigo, llorar es tan tierno en un hombre... Sólo quería decirte que te echo de menos, y es inevitable pues, aunque te tuviera aquí, también lo haría (y lo sé). ¿Entiendes cómo me siento? Incluso cuando sé que te tengo, dudo... de si no soy para ti.
Me gustaría decirte muchas cosas. Tantas, que hasta me resulta imposible contarlas. Las cosas son como las estrellas, aunque sin embargo mi cabeza no está tan ordenada como el cielo que veo todas las noches... La otra noche me di cuenta de que tú ves las miasmas estrellas que yo. Mi cielo ahora, es un remolino, y si separara todo, todos mis pensamientos, mis dudas, mis preocupaciones, mis placeres... todo se reduciría a ti. En tu forma de hablar y en como me tratas. La forma en la que, me enfado, y sigues queriéndome, como si nada. Cuando me haces llorar... es tan lindo cuando me haces llorar...
Qué tierno, ¿no es verdad? Hemos tenido miles de momentos y ni siquiera compartes el mismo trozo de tierra flotante que yo. Siempre pensé que nos conocimos en el momento equivocado, en el lugar equivocado, y en las circunstancias equivocadas (todo fue mal, si prefieres que sea breve).
Seguro que piensas que soy una egoísta. Porque, ¿sabes? te quiero sólo para mi. Quiero que me abraces y que me cojas por la cadera, que hagas cosas mientras yo te miro. Que me prepares el desayuno y que yo sea el tuyo.
Besos para desayunar, comer, y cenar; ese será nuestro menú principal para el resto de nuestros días.