Vos audita perit; litera scripta manet.

jueves, 18 de diciembre de 2014

A sus ojos de almendra y a su pelo alborotado.

Podemos rescatar las ojeras con los dedos y
caernos por los pómulos para
amanecer en el cielo de la boca y
despertar de todos los amagos de acariciarte las manos.

Confusa.
Porque eres ese tipo de melancólicos a los que les gusta
observar un cuadro raro con marco feo y autor desconocido
durante horas
y enamorarse perdidamente.

Porque si llueven mis ojos
tú te paras en mitad del bulevar
a mirar al cielo.

Porque cada vez que se me resquebraja el pecho
guardas poemas entre mis grietas.

Porque tu pulso va
al ritmo del otoño,
y sus hojas
y tus ojos,
secos, castaños y de caída libre.

Catorce versos de madrugada

Hoy podemos dibujarnos
las arrugas de la piel
y los restos de sudor
después del polvo.

Podemos dejar para después
cualquier intento de suicidio
y enajenarnos en lo bonita que es la playa
cuando llueve desde dentro.

Equivócate, que cuando te equivocas
el caos y el cosmos se van de birras
y no vuelven hasta las seis.

Quédate, que cuando te quedas
se me incendia el pecho
aunque me corten la luz.

Título no poético.

Algún día leeremos las cartas viejas,
roídas por los años,
por el polvo
y por las ausencias,
olvidadas hace tiempo ya en algún cajón
o entre esos libros infumables
que no abriremos nunca y
nos diremos en silencio
lo que extrañamos escribirnos;
que la vaciedad del hoy
es fruto del fatuo ayer
que nos dejó
a ti y a mi,
a nosotros,
mejores literatos que amantes,
tan solos y podridos
que humanizamos a los beodos
tristes y a las puertas de la arcada
cada uno en nuestro bar,
con grietas enamoradas de la desunión
con hongos en el estómago y
más atados al suelo
de lo que nunca
quisimos estar.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Enamorados algolácnicos pasivos.

Arden más las lágrimas cuando es mi pecho el que se incendia,
cuando la cerilla es lanzada por un pirómano demente y yo soy el bosque más seco y árido.

Duelen más los besos cuando se quiere de manera exorbitante -o cuando no se quiere nada-, pero, hállome en mi eterna culpabilidad y condena al masoquismo en cadena perpetua.

Cuando todas las palabras ya no son,
y se convierten en la lluvia que oímos caer...
...mas no escuchamos.

Cuando las drogas duras no son las que suministra el hombre encapuchado al final del callejón y el amor no es Roma acostada de espaldas,
cuando la filemamanía que sentimos por las copas y los hielos son los síntomas de querer postergar al dolor.

Cuando cada ósculo, caricia o carantoña que vemos en cada parque, cine o tienda son sólo reminiscencias de lo que una vez quisimos tener y se nos negó.

Se nos prohibió amar a los amantes más ardientes para evitar cegar al Sol.

Somos los enamorados clandestinos que luchan contra la ley seca. Los seducidos por Afrodita y a los que no se les permitió tocar sinfonías con las entrañas.

Somos las zarza-moras zarandeadas por el vicio y el desafecto, somos la inyección que temen los belonefóbicos abúlicos y apáticos, ignorando que ellos son los que nos enferman a nosotros, los flechados por  la vida, por los besos, los pretendientes de la Luna y de los lobos que la aúllan, los rendidos ante las cosas bellas censuradas por los ciegos que no quieren ver.

Somos los amantes amados por los que nunca amaron al amor.

lunes, 1 de julio de 2013

Fracciones de manta en infinitivo.

Practicar, el sexo o dibujar. Preguntar si mi lengua puede jugar con tu piel. Que mis pestañas -más largas al Sol- recorran tus pezones -más duros al frío-. Recitar tus gritos, los míos, los del vecino que se queja por los muelles desgastados de la cama, que chirrían. Comprobar si se puede amar más fuerte /más apasionado, más sudoroso, más pegado/ que los demás (y demostrarlo). Explicarte el por qué de mi piel de gallina, o de pollo, o de pavo, o de amor, si me apuras. Romperte las rodillas cada noche al pedirme matrimonio en una cama que tiene, más o menos, el mismo contrato. Le respondo que sí a tu anillo, y nuestros dedos anulares están aún más unidos que de costumbre. Rezar, por que no creas en ningún Dios que te prohíba amarme -como es AMAR una palabra tan grande-, sin tapujos y sin libros sagrados, no más interesantes que los de nuestra biblioteca, no más bonitos que mis pechos.
Sudar dolor cada vez que te veo ir, y llorar de ganas (de todo) cada vez que vuelves -y qué paradójico que no llore cuando marches y sude cuando estés-. Romper tu corazón, tu cama, tus huesos. Nada más marrón que tus ojos y la madera de tu cabecero, arañada por las gatas en celo. Brindarnos una vida, o una copa de champagne francés, que, al caso, lo mismo es, si lo que busco es emborracharme (de amor, o de alcohol de oro).
Parafrasear o pararte en cada frase, con un beso, con un desnudo, con el humo de un cigarro o el carmín en el cristal del baño. Fingir que me creo tus malas caras, que yo sé que tan malas no son y que una mujer tan bella no puede crear tanta pasión sin un poco de guerra (de las que ablandan y endurecen).
Ser la mujer de tu vida y no la de tus ojos, para vivir y dormir contigo (pues cuando se duerme, también se muere en vida), sin caer en tu eterno y sin fondo iris negro.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Siete y de los capitales.

Él odia mis puntos suspensivos, mis silencios largos, mis pausas. Él odia mis caras de cinismo y que me ponga seria. Él odia mi risa en los momentos menos apropiados, mis imprudencias, mis atrevimientos. Sabe lo inconformista que soy, las ilusiones que tengo, y las metas que no cumpliré. Él reconoce que soy despiadada, que no merezco lujos, pero me consiente todo. Él me odia y me ama a la vez. Él ama cuando me comporto mal en el parque. Cuando grito delante de mucha gente. Él ama mi osadía.
El odio y el amor, aunque opuestos, son compañeros de piso. Viven y con-viven al lado, como él conmigo, pues así me lo demuestra odiándome -a la vez que amándome está-. Necesita a una flor rota para ser feliz, y es que, ¿quién es más atroz, quien comete el atrevimiento o quien no puede vivir sin verlo? Soy sus pecados no cometidos, y le encanta que los cometa por él. Es la suerte quien está de su parte, pues disfruto más que nadie siendo lo peor del mundo, y él disfruta un poco menos, pero con trece kilos más de lujuria, avaricia, soberbia, gula, envidia, pereza e ira... Pecados que nunca usó, pero que yo malgasto por ambos.

jueves, 31 de mayo de 2012

Que te quiero con los cinco.

Coge mis abrazos, hazlos papel. Son tan ligeros... Coge mis abrazos y deja que vuelen, obsérvalos batir sus alas. Son como aviones en el cielo, ¿has visto? Quiero un avión de abrazos. Pero no de cualquier persona, quiero que sean tuyos. Son terapéuticos. Hacen que mi corazón sane, y esa es la mejor medicina que el mundo podrá ver.
Tacto.
Es tan profundo ese sentido. Hace que todo en mi se libere, hace que tu te adentres en mi. Es tan profundo.
Quería hacer que vieras mis sentidos y que fueras parte de ellos, que me ayudaras a despertarme, que me hicieras cosquillas, caricias, quiero que me pongas la piel de gallina, que me salgan manchitas en la piel , lunares, que me des calambres.
Quiero sentirlo todo.
¿Por qué no vienes y me haces ver lo invisible? Ver los troncos y los bosques de tus ojos, la arena y el mar que es tu piel, el carbón de tu pelo. Quiero analizar cada montaña de tu iris, cada túnel sin fondo. Todos los días. Y si fallo alguno, perdona, amor, no quise desaprovecharte nunca.
Ven y deja que te vea, que te observe, que te investigue. Quiero contar todos los defectos y convertirlos en confeti.
Te degustaré, ¡y vaya si lo haré! Saborearé cada centímetro de ti. Sabes a agua, sabes a viento, sabes a tarta. Sabes dulce, porque eres así. A veces salado, agrio, amargo, pero en el fondo, siempre dulce... Es placer al paladar lo que tú me das y no me quitas, lo que me brindas y no cobras.
Óyeme. Son los susurros que te presto cada noche y que me devuelves cada mañana. Estarás ahí al despertar, y en vez de prepararme el desayuno, yo seré el tuyo. Te dedico palabras de amor, de cariño, de amistad. Te cuento mis cosas, tu me escuchas, eso es lo que necesito de ti (aparte de tus besos).
Y es por eso que extraño tu olor. Cada vez que me abrazas y te vas, son esos segundos de anhelo ante tu aroma. Es tan fuerte, tan tuyo. Quisiera oler así y no echarte nunca de menos. Sentirte en cada momento; mi cerebro te reconocería a mil galaxias de aquí, sabría decir si llevas la colonia que te regaló tu padre o si, simplemente, tu ropa huele a lluvia.
Con esto no quiero decirte otra cosa mas que un 'te necesito', porque es eso lo que hago, necesitarte, en cada momento y, no siempre estás (aunque lo intentas). Las caricias que me diste ayer, hoy sólo son necesidad, y no sabes cuánto la amo -casi tanto, cielo, como a ti-.