Hace mucho tiempo, muchísimo en realidad, me preguntaron qué quería ser de mayor. Estaba en la guardería, y todo el mundo lo tenía muy claro. En mi clase, por ejemplo, habían cuatro astronautas, dos presidentes, una modelo, cinco vaqueros y tres espías secretos. Yo en cambio, no me decidía. No sabía si decantarme por las mágicas galaxias, la trepidante política, el glamuroso mundo de la moda, y por el misterio del espionaje. Me fui a casa, pensando, muy enfadada, en lo difícil que era el mundo, en lo raro que era todo. Una cosa estaba clara; estaba hecha un lío.
Como ya he dicho, eso fue hace mucho tiempo. Ya lo tengo todo decidido, y, sí, me ha costado un poco decantarme por una opción, pero, yo creo que es la más correcta. Primero, pensé en todos aquellos mocosos que iban conmigo a la guardería, y de qué habría sido de ellos, de si se dedicarían algún día a ser astronautas, presidentes, modelos, vaqueros o espías, y qué pasaría si sus sueños no se cumplían. Pensé también, en si habrían cambiado de opinión, y en qué querrían ser ahora, cuando fueran mayores.
Después, miré a las personas de mi alrededor. Y las observé, no recuerdo si durante mucho, o poco rato, pero las observé. Y me di cuenta.
Ya sé qué quiero ser de mayor; yo misma.
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